Sus cabellos el tiempo ha vuelto blancos.
Sus manos, nerviosas y arrugadas.
Sus cabellos el tiempo ha vuelto blancos
y un poco más triste su mirada.
Se aman como yo querría ser amado
(si las costumbres que sigo lo permiten),
se aman como yo querría ser amado
cuando empiecen a secarse mis esperanzas.
Y se cogen de las manos
los viejos amantes.
Y recuerdan, como ayer,
las flores que cortaron.
Y se cogen de las manos
los viejos amantes.
Se miran y lo saben todo,
no tienen que decir nada, ninguna palabra.
Donde viven los viejos se paró el tiempo
con el retrato que cuelga de la pared.
Donde viven los viejos se paró el tiempo
después que se casaran aquel domingo.
La radio antigua y el reloj grande
y el mantel cargado de puntillas.
La radio antigua y el reloj grande
que aún suena de hora en hora con pereza.
Y se cogen de las manos
los viejos amantes.
Y se acunan cada noche
como dos niños pequeños.
Y se cogen de las manos
los viejos amantes.
Y se preguntan «¿Estás bien?
¿Hoy no te duele nada?»
Y por San Jorge él le compra una rosa
envuelta en papel de plata.
Y por San Jorge él le compra una rosa
nunca ha olvidado esta fecha...
Y por las calles se han perdido los amantes.
No tienen miedo, no tienen prisa.
Y por las calles se han perdido los amantes
con una flor y su ternura...