(I. Cano)
Maldito el día en que di paso a la frontera
y cabalgabas rumbo fijo al corazón.
Te hacías dueña del latir y del pensar
y me enganchabas al bombeo de tu amor.
Y con la ausencia del dolor
y aquella paz colmando la razón
ahogabas toda mi ansiedad
en un inmenso lago artificial.
De venta en los callejones
y en los lúgubres rincones
de mi ciudad.
Como en cualquier amor
el primer mes fue el bueno
y pronto, pronto desapareció el placer.
Tu solo nombre avivaba en mí el deseo
que alimentabas con un agujero nuevo.
Pero después aquel temblor
bañado por el agua del sudor
mil veces intenté aguantar,
mil veces más te tuve que buscar.
Te encontré en los callejones
y en los lúgubres rincones
de mi ciudad