(Canción III de “Cantares del mito americano”, dedicada a Chico Buarque)
En las tenaces noches de la selva
nació el héroe Macunaíma
que se educó en el goce de la noche.
Ya en la niñez hizo cosas fútiles:
Cerca del río llamado Uricoe
se pasó un año sin decir ni hola,
hasta que le arrancaron seis palabras:
“¡Ay, qué flojera! ¡Ay, qué flojera!”
Se movió apenas cuando iban al mar
a bañarse desnudos en el agua,
pero él sólo miraba a las mujeres
sacándose las jaibas de los senos,
saltando para que no les mordieran
otras cosas más nobles todavía
por ejemplo el conjunto de los muslos
más bellos que Brasil produjo un día.
Macunaíma,
lo amaban las garotas
porque era oscuro y tierno:
tenía cada mano...
Macunaíma,
era el más bello, el más cabal de todos.
“¡Ay, qué flojera!”
“¡Ay, qué flojera!”
Lo amaban las garotas
porque era oscuro y tierno:
tenía cada mano
siempre dispuesta a dar,
un poco de resabio,
y también mucho fuego
con sus dos negros labios,
con sus dos negros labios,
con sus dos labios negros.