Encuentro.
Me tropece contigo en primavera,
una tarde de sol, delgada y fina,
y fuiste en mi espalda enredadera,
y en mi cintura, lazo y serpentina.
Me diste la blandura de tu cera,
y yo te di la sal de mi salina.
Y navegamos juntos, sin bandera,
por el mar de la rosa y a la espina.
Y despues, a morir, a ser dos rios
sin adelfas, oscuros y vacios,
para la boca torpe de la gente...
Pero ante Dios, dos lunas, dos espadas,
dos cinturas, dos bocas enlazadas
y dos arcos de amor de un mismo puente.