Cuando tenía solo 18
llegaba a Buenos Aires,
era marzo de neblinas
del tren bajé temblando.
Parecíamos todos del mismo barro.
Los almendros saludaban
al último gran verano,
lamentaban no hacer más sombra
a unos gatos naufragando.
Parecíamos esperanzas caminando.
Dónde quedó esa canción,
quizás adentro del corazón.
Todavía quedaba algo
del libro de primer grado.
Se saludaban los pelos largos
cuando las calles se cruzaban.
Parecíamos todos del mismo barro.
Lucy traía unos diamantes
de un mundo inesperado,
Francia en colores del día domingo,
marcha de los estudiantes.
Dónde quedó esa canción
quizás adentro del corazón.