La espuma del río
Tu amor me cayó del cielo
como gotas de rocío,
mientras que yo me quemaba
con el vapor de mi hastío.
Mi vida no soportaba,
ya casi que no aguantaba
la furia de un sol bravío.
Solitario me arrastraba
y, agonizante, buscaba
la tolda de un amorío.
Yo era el que me la pasaba
trasnochando el caserío,
llorando mientras cantaba
hasta quedarme rendido;
pero una fiel madrugada
tu amor llegó a mi ventana
como un lejano tañido,
tan sereno, suave y manso,
metiéndose en mi remanso
como la espuma del río.
Hoy que tu amor soberano
vino a llenar mi vacío,
ya no me agobia el verano
ni en las noches siento frío.
Que acometan vendavales
con vientos descomunales,
que yo acepto el desafío:
al mundo reto contigo,
te idolatro, soy tu amigo,
confía en mí, que en ti confío.
En resumen, mi cariño
te lo he entregado baldío,
puro como alma de niño.
Siembra en él tu señorío,
para que, cuando amanezca,
se funda y se refortalezca
tu tierno amor junto al mío.
Y que no desaparezca,
después que crezca,
como la espuma del río.