Nunca se sabe dónde terminan los caminos
Y donde comienzan las bagualas
Porque son caminos también esos rumbos del canto montañés
Que el hombre busca, o halla
Y sigue por ellos, noche adentro y sueño arriba
La marcha de la mula heroica bestia del Ande
Tiene un ritmo que anda como buscando un canto
Entonces el hombre madura sus silencios para poder parir su copla
Y se larga cuesta arriba buscando no sé que estrella
Para hacerla comprender las viejas angustia del pueblo
Y el desesperado anhelo del hombre
De día no nace la copla
El canto de día pertenece al río, al pajonal, al pájaro, al aire limpio
De noche es otra cosa. La sombra emponcha los cerros
Solo queda, blanqueando sobre el pedregal la cinta infinita del camino
Cuando la noche le ha robado el paisaje de afuera
El hombre se anima abrir la venta de su paisaje de adentro
Y es entonces, recién entonces, cuando se escapa
Como asustada paloma, la copla del arriero montañés
Me gusta verlo al verano
Cuando los pastos maduran
Me gusta verlo al verano
Cuando los pastos maduran
Cuando dos se quieren bien
De una legua se saludan
Cuando dos se quieren bien
De una legua se saludan
Y la baguala se presenta en la noche
Y se hace dueña de la montaña
El canto de la baguala domina la voz de los ríos
El estremecimiento del pajonal
Pero la copla tierna o brava, revelada
Llena de saudades, duele, hiere
Con ese puñal de verdades angustiosas y de silencios limpios
Y altos que el hombre va juntando en la tierra
Por eso es que están siempre unidos
En ese minuto especial de
La noche y la montaña
Unidos los caminos y las bagualas
Unidos, con substanciados, dentro de ese tambor extraño
Y tenaz que es el corazón del indio
Por eso nunca se sabe, nunca se sabrá
Donde terminan los caminos
Y donde comienzan las bagualas
Me gusta verlo al verano
Cuando los pastos maduran