(Zamba)
Los viejos cobres del monte,
otoño sembrando van,
y en las guitarras del campo,
ya nacen las coplas de la soledad.
Y en las guitarras del campo,
ya nacen las coplas de la soledad.
Emponchan los manantiales,
el viento norte al pasar,
y allá en los huaicos del cerro,
se queman los ecos de aquel carnaval.
Y allá en los huaicos del cerro,
se queman los ecos de aquel carnaval.
Con el lucero del alba,
las cuestas repecharé,
ya están los gallos cantando,
se me hace vidita que no he’i de volver.
Adiós mis cerros queridos,
mis piedras pintadas,
ya no he’i de volver.
Estrellas que me alumbraron,
caminos que caminé,
me han golpiao todos los vientos,
heridos de coplas la vida pasé.
Me han golpiao todos los vientos,
heridos de coplas la vida pasé.
En una cueva del cerro,
escondí mi corazón,
pa’ que lo quiero conmigo,
si solo me ha dado trabajo y rigor.
Pa’ que lo quiero conmigo,
si solo me ha dado trabajo y rigor.
Con el lucero del alba,
las cuestas repecharé,
ya están los gallos cantando,
se me hace vidita que no he’i de volver.
Adiós mis cerros queridos,
mis piedras pintadas,
ya no he’i de volver.